
El teléfono fijo está a punto de desaparecer. Así lo aseguran las compañías, quienes tras ver cómo el negocio ha descendido en menos de quince año en más de cinco mil tres cientos millones de euros, han decidido ir dejando de lado lo que consideran un ‘caso perdido’ para centrarse en el mundo de los portátil… y de internet, donde ahora mismo se encuentra el trozo más gordo del pastel.
Después de casi un siglo y cuarto entre nosotros, el teléfono fijo parece pues encaminado a la extinción. Cada vez son más las casas en las que no hay ningún teléfono fijo y las nuevas empresas que nacen si línea fija, apostando por un teléfono de móvil como centralita y las nuevas tecnologías como el canal indispensable para contactar con cualquier tipo de comunicación con ellos, más allá del correo postal, quien también parece abocado a la desaparición -al menos en cuanto a las cartas- en no tanto tiempo.
Los nuevos teléfonos inteligentes, que son mucho más que un teléfono, habiendo llegado a sustituir al ordenador en muchas de las tareas asignadas a este hace no tanto, son el ‘juguete’ preferido para comunicarse, informarse, y cada vez más para comprar. Mientras, en una caja de cartón guardada en el trastero, se apilan los viejos terminales fijos que sólo venían recibiendo llamadas de distintas compañías para vendernos algo o de encuestas en período electoral. Estas empresas ya han cambiado también sus rutinas productivas para llamarnos al móvil, dando la estocada final al aparato fijo.
Tres cuartos de lo mismo sucede con las tradicionales cabinas telefónicas en las ciudades, que ya se han convertido en un auténtico dinosaurio como recuerdo de un tiempo pasado en el que la gente, sin teléfonos móviles, echaba unas monedas a la cabina para dar cuenta de algún asunto que no podía esperar a encontrar en casa o en el hotel de marras.
Las cabinas cuentan sus días
Según uno de los últimos informes de la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), lo que hace un tiempo era todo un lucrativo negocio para los ayuntamientos de toda España ha pasado a convertirse en un problema de altura, ya que “hacerse cargo del servicio de cabinas telefónicas son de unos 5 millones de euros aproximadamente”.
Sin uso, salvo contados casos en que se han reconvertido en puntos de acceso a internet, víctimas de actos vandálicos, y un estorbo tanto para el paso de los viandantes como para los nuevos proyectos urbanísticos de las ciudades, las cabinas parecen destinadas a desaparecer incluso antes que los terminales fijos de las casas o las empresas españolas.
Por último, y como consecuencia de todo esto, también se irán para siempre las guías telefónicas convencionales. Telefónica sólo registró en 2016 ochenta peticiones de ellas. Un número que las convierten en un ‘no rentables’, y ya se sabe lo que piensan las grandes compañías de los lastres. Primero se irán las guías, después de las cabinas y por último los terminales fijos. En una década podrían haber desaparecido.
http://sellbrokenphonescreen.co.uk/
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